Por Juan Manuel Lozano (1929-2007)
Director de la Facultad de Ciencias, 1969-1973
Profesor Distinguido, 2005
Investigador del Instituto de Física, 1953-2007
El interés por la ciencia ha estado presente en México desde hace muchos siglos. Las culturas prehispánicas habían adquirido muchos conocimientos biológicos, y habían hecho descubrimientos matemáticos importantes como son la notación posicional para escribir los números y la consiguiente necesidad de considerar al cero como número. También es ampliamente conocida la gran exactitud del calendario maya, que era bastante mejor que el calendario maya, que era bastante mejor que el calendario juliano que se empleaba en Europa de la época en que se inició la conquista de América. Finalmente, la existencia de grandes construcciones arquitectónicas como son las pirámides, y de importantes obras hidráulicas en la cuenca de México ilustran la existencia de conocimientos avanzados de ingeniería y por tanto de física.
En el siglo XVI, los españoles trajeron su cultura, cultura renacentista europea y fundaron la Real Universidad de México e instalaron la primera imprenta que hubo en América. En esa imprenta, en 1557 se publicó el primer libro de física escrito en México, y en América; su autor, Alonso de la Veracruz, nació en España pero su obra fue realizada en México.
Sin embargo, la Real Universidad de México, que adquirió además el carácter de Pontificia unos cuarenta años después de su fundación, no incorporó en su seno los conocimientos científicos que se desarrollaron en Europa en los siglos subsecuentes; de modo que para la época de la independencia de México, la Universidad estaba sumamente atrasada en temas científicos. Es cierto que había un conjunto de mexicanos que estaban al tanto de lo que se avanzaba en Europa, pero esas personas habían estudiado por su cuenta, sin apoyo institucional alguno.
A fines del siglo XVII, se fundaron en México dos importantes escuelas: la de Bellas Artes y el Real Colegio de Minería en donde se inició la enseñanza formal del cálculo diferencial e integral, de la mecánica de Newton y de la química; fue la primera casa de la ciencia en México.
Durante el siglo XIX, con las frecuentes guerras, tanto extranjeras como civiles, el desarrollo científico en México se vio obstaculizado; la Universidad, que con la independencia cambió de nombre para llamarse Nacional y Pontificia, perdió importancia y utilidad y fue clausurada y restablecida varias veces hasta que en la época de Maximiliano fue suprimida en forma definitiva.
Así pues, a fines del siglo XIX había cuatro escuelas profesionales independientes: Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería y Bellas Artes. Además existía, desde 1867, la importantísima Escuela Nacional Preparatoria, pero no existía la Universidad.
Al empezar el siglo XX, el ilustre maestro Justo Sierra consiguió, tras muchos esfuerzos, que se fundara nuestra Universidad. La idea rectora o guía era reunir, en un proyecto común, las cuatro escuelas profesionales que existían y darles una base o fundamento común: la Escuela Nacional Preparatoria. Pero era necesario, además, que la Universidad tuviera una culminación, que tuviera una corona, que se estableciera un lugar donde se pudieran hacer estudios más avanzados que en las escuelas existentes. Era pues necesario fundar una nueva escuela y que también formara parte de la Universidad. Esa nueva institución se llamó Escuela Nacional de Altos Estudios y fue inaugurada formalmente el 18 de septiembre de 1910, cuatro días antes de la inauguración de la Universidad Nacional de México.
La Escuela Nacional de Altos Estudios es la madre de las dos facultades que se dedican a las actividades fundamentales de la cultura: la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Ciencias.
La Escuela Nacional de Altos Estudios estaba constituida por tres secciones, la segunda de las cuales era la sección de ciencias, en que se debería enseñar a investigar biología, física, matemáticas y química.
La investigación científica era uno de los aspectos centrales que debería tener la Escuela Nacional de Altos Estudios y por eso se dispuso en su ley constitutiva que los institutos que dependían del gobierno federal formarían parte de ella.
Esos institutos eran: el Observatorio Astronómico, el Observatorio Meteorológico, la Comisión Geográfica Exploradora, el Museo de Historia Natural, el Instituto Geológico, el Instituto Médico, el Instituto Patológico, el Instituto Bacteriológico, el Museo nacional y las Inspecciones Generales de Monumentos Arqueológicos e Históricos, así como otras dependencias.
Es importante señalar que el primer curso avanzado de matemáticas que se impartió en México se dio en la Escuela Nacional de Altos Estudios en 1912. Fue un curso de funciones analíticas y el profesor fue un joven de 27 años de edad que se llamaba Sotero Prieto.
Sotero Prieto era un gran maestro y un gran hombre. Fue profesor de la Escuela Nacional Preparatoria, de la Escuela Nacional de Ingenieros y de la Escuela Nacional de Altos Estudios. Fue el gran inspirador de estudiantes que después se convirtieron en los primeros matemáticos y físicos profesionales mexicanos; entre ellos se pueden mencionar a Alfonso Nápoles Gándara, que posteriormente fue director del Instituto de Matemáticas; a Manuel Sandoval Vallarta, primero físico mexicano que alcanzó renombre internacional; a Nabor Carrillo, que fue coordinador de ciencia y luego rector de la Universidad Nacional Autónoma de México; a Carlos Graef, que luego fue director del Instituto de Física y de la Facultad de Ciencias; a Alberto Barajas, que fue director de la Facultad de Ciencias y a varios otros matemáticos y físicos, así como a muchos ingenieros y algunas personas que se dedicaron a las ciencias de la tierra. Sotero Prieto es, pues, el parteaguas en la historia de las matemáticas en México.
En el año 1925, la Escuela Nacional de Altos Estudios se partió en tres. Una parte se llamó Escuela Normal Superior, otro se llamó Escuela de Graduados (pero no era lo que su nombre indica) y la tercera se llamó Facultad de Filosofía y Letras. En esta última se conservó la sección de ciencias aunque no se desarrolló de igual manera que las humanidades. Y aún dentro de la sección de ciencias, no evolucionaron de igual manera la biología y, por otra parte, la física y las matemáticas. Los estudios de biología se fueron formalizando y estructurando mucho más y mejor que los de física y matemáticas.
Una vez obtenida la autonomía en 1929, el director de la Facultad de Filosofía y Letras, que era Antonio Caso, pidió ayuda para mejorar la sección de ciencias. Por una parte, para la subsección de biología, recibió la colaboración de Isaac Ochoterena, a la sazón director del Instituto de Biología que se había convertido en parte de la Universidad a partir de la autonomía; por otra parte Caso llamó a Sotero Prieto para reorganizar la parte de matemáticas. Sólo que don Sotero era mucho mejor maestro que político y no consiguió redondear el proyecto; en cambio Ochoterena sí lo logró. Así fue que en los primeros años de la década de los treintas, empezaron a recibirse los maestros en biología varias mujeres y hombres. Como dato interesante, diré que la primera persona en obtener el título profesional en la sección de ciencias fue Helia Bravo.
La física y las matemáticas tuvieron que esperar unos pocos años para tener una carrera profesional bien estructurada.
Sucedió que en 1933, como resultado de una serie de conflictos, se cambió la ley de la Universidad para darle una autonomía plena (la ley de 1929 le dio a la Universidad una autonomía bastante limitada). Lo malo fue que el gobierno no le dio dinero a la Universidad.
A fines de 1933, el nuevo rector Manuel Gómez Morín, afrontó el problema de la Universidad llevando al cabo una reforma profunda de la misma. Como resultado de esta reforma, que se realizó durante 1934 y quedó formalizada al empezar 1935, se constituyó una Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas que estaba integrada por la Escuela Nacional de Ingenieros, la Escuela Nacional de Ciencias Químicas y por un Departamento de Ciencias Fisicomatemáticas. La iniciativa de la creación de ese Departamento fue, en lo académico, de Sotero Prieto y Alfonso Nápoles Gándara y en los aspectos, importantísimos, de organización y administración, de Ricardo Monges López, quizá el mayor organizador de la ciencia que hemos tenido en México.
Finalmente, el 1 de marzo de 1935 se suprimió la Sección de Ciencias en la Facultad de Filosofía y Letras y con ello desaparecieron los grados de maestría y doctorado en ciencias matemáticas y físicas que se venían ofreciendo desde 1926 (…) el 21 de enero de 1935, el Consejo Universitario aprobó la estructura general de la Universidad. En la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas se creó el Departamento de Ciencias Físicas y Matemáticas (…)
En el Departamento de Ciencias Físicas y Matemáticas se continuaron impartiendo cursos para profesores de matemáticas, física o química para escuelas preparatorias, secundarias y normales; estos estudios, unidos a otros que se llevaban a cabo en la Facultad de Filosofía y Bellas Artes, conducían al grado de maestro en ciencias de la Educación. También existía la posibilidad de obtener los grados de maestro y doctor en ciencias físicas y matemáticas.
La Facultad tenía una Academia General y, cada entidad integrante de esta Facultad, tenía su Academia particular (ambas Academias, integradas por profesores y alumnos). El Decano y los académicos de la Academia General representaban a la Facultad en el Consejo Universitario. La Academia del Departamento de Ciencias Físicas y Matemáticas quedó integrada, en su mayoría, por los profesores que pertenecieron a la Sección de Ciencias de la Facultad de Filosofía y Letras, como el ingeniero Basiliso Romo, el ingeniero Jorge Quijano, el ingeniero Alfonso Nápoles Gándara y el ingeniero Alfredo Baños. El único miembro nuevo era el ingeniero Carlos Graef (1911-1988) (…) Quijano y Baños también formaban parte de las academias de la ENI, y Nápoles y Quijano de la Academia General (…) Poco tiempo después fue nombrado Jefe del Departamento de Ciencias Físicas y Matemáticas, el ingeniero Ricardo Monges López. Él mismo promovió la creación de una Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas (ENCFM). Su propuesta fue aprobada el 1 de marzo de 1936 y Monges López quedó como su primer director.
(…) La ENCFM fue instalada en el Palacio de Minería de la ENI. Como Monges requería de doctores para poner en marcha sus proyectos, el 14 de enero de 1937 solicitó al Consejo Universitario que se les otorgara los grados de maestro y doctor en ciencias matemáticas a los profesores Jorge Quijano Lozada y Nápoles Gándara, respectivamente, petición que fue aceptada.
Así fue que, a partir de 1935, existen las carreras profesionales de física y de matemáticas. Entre los primeros alumnos estaban Alberto Barajas y Roberto Vázquez.
En el año 1936, con motivo de una modificación del Estatuto de la Universidad, el Consejo Universitario decidió que el Departamento se convirtiera en Escuela Nacional de ciencias Fisicomatemáticas. Esta escuela recibió en 1937 los primeros alumnos de la carrera profesional de física que fueron Fernando Alba y Leopoldo Nieto.
Al principiar 1938, otra vez por iniciativa de Monges López, la Universidad creó el Instituto de Investigaciones en Física y Matemáticas cuyo primer director fue Alfredo Baños.
Alfredo Baños era un ingeniero que había obtenido un doctorado en ingeniería en los Estados Unidos y había regresado a México en 1935, pero Monges López lo convenció de que hiciera un doctorado en física, le consiguió una beca y lo mandó al Instituto Tecnológico de Massachussets a trabajar con Manuel Sandoval Vallarta. Ya con su segundo doctorado, Baños volvió a México en 1938 a dirigir el Instituto de Física y Matemáticas.
A fines de 1938, por iniciativa de Monges López, Director de la Escuela Nacional de Ciencias Fisicomatemáticas, de Antonio Caso, Director de la Facultad de Filosofía, de Isaac Ochoterena, Director del Instituto de Biología, y de Alfredo Baños, Director del instituto de Ciencias Fisicomatemáticas, se creó nuestra actual Facultad de Ciencias.
El presente texto fue enriquecido con las aportaciones del Dr. en Arq. Jorge Quijano Valdez, basadas en diversos artículos aparecidos en la revista Ciencias, la obra Nuestros Maestros, y en la Revista Mexicana de Física.
La entrega del fuego a los hombres ha significado no sólo el calor y la luz, sino los beneficios del conocimiento racional. Es Prometeo quien desobedece a los dioses para entregar a los hombres el fuego del conocimiento. Este Titán de la mitología, al desencadenarse, representa también la libertad que da el uso de la razón. la corriente humanista y la racionalidad científica unidas e un solo símbolo. De aquí que los integrantes de la Facultad de Ciencias adoptaran su imagen como símbolo entrañable del conocimiento científico.
La Facultad de Ciencias se creó en 1938 e inició su operación en 1939, hace setenta años. Sus orígenes se remontan a la Escuela Nacional de Altos Estudios, abierta en septiembre de 1910, y en cuyo seno se gestaron y desarrollaron vigorosamente durante muchos años las dos facultades que se dedican a las actividades fundamentales de la cultura: la Facultad de Ciencias y la Facultad de Filosofía y Letras.
El crecimiento de la cultura y la ciencia a nivel mundial, impuso la necesidad de cambios estructurales, y así, a fines de 1938, por iniciativa del Ingeniero Ricardo Monges López, Director de la Escuela Nacional de Ciencias Fisicomatemáticas, de Antonio Caso, Director de la Facultad de Filosofía, de Isaac Ochoterena, Director del Instituto de Biología y de Alfredo Baños, Director del Instituto de Ciencias Fisicomatemáticas, se creó la actual Facultad de Ciencias, en la que se impartían las carreras de Biología, Física y Matemáticas.
Al inaugurarse la Ciudad Universitaria, en 1954, la Facultad de Ciencias ocupó los edificios que hoy tiene la Coordinación de Posgrado, justo en el centro del campus universitario. Los institutos de investigación afines, asociados desde su inicio a la docencia, estaban instalados en lo que hoy es la Torre II de Humanidades.
En 1977 la Facultad se trasladó a sus instalaciones actuales, en la zona exterior de Ciudad Universitaria, las que han crecido con la apertura, en los años noventa, del edificio Amoxcalli, que alberga la biblioteca, así como su gran edificio de docencia en ciencias experimentales "Tlahuizcalpan" en 2003. Para 2004 se abrió la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación en Sisal, Yucatán, primera sede foránea.
La Facultad ha tenido, desde su inicio, una meta clara: formar científicos que realicen investigación, que eleven la cultura científica del país, lo cual se ha logrado a través de la formación de recursos humanos. Actualmente se capacitan profesionales en Actuaría, Biología, Ciencias Ambientales, Ciencias de la Computación, Física, Manejo Sustentable de Zonas Costeras y Matemáticas. Se espera que en un futuro cercano se inicie la Licenciatura en Ciencias de la Tierra. Recientemente, las cinco licenciaturas que se imparten en Ciudad Universitaria han sido acreditadas con el más alto nivel.
En la Facultad, además, se realiza investigación de gran calidad, así como divulgación científica a muy diversos públicos.